martes, 4 de junio de 2013

Aquellas Palabras Raídas, las que un día perdieron el Rumbo


Gran preocupación se respiraba en el viento que suavemente acariciaba las hojas de un diccionario. El olor de otros tiempos, parecía ahora un condimento inadecuado. La luz tenue descansaba su amarillo pálido entre las hojas sempiternas del código universal.
Allí como un encuentro de fiestas lúgubres, con raídos trajes, desorientadas, marchando desordenadas, topándose unas con otras. Los masculinos descuidados, faltos de modales pasaban indiferentes, empujando.
-        ¿Qué nos ha pasado? ¿Qué ha sido de nuestro brillo y nuestra preeminencia? ¿Dónde quedaron nuestras galas y dignidades?
Reunidas, acongojadas, apenadas, estaban allí,  preguntándose  las palabras.  De una punta a la otra caminaban, tratando de encontrar su lugar. En cuanto llegaban a un asiento donde reposar, que se les hacía conocido, recuerdo de otro tiempo, en seguida se sentían incómodas, inapropiadas, desubicadas.
      -        Yo he sido la reina de la fiesta durante milenios, pero ahora ni me reconozco, dijo la alegría.


-        Ahora me he transformado en este grotesco patético, sin modos dijo la sonrisa.

-        He quedado por ahí como un loco que sueña vanamente dijo el optimismo

-        Por mi han derramado sangre y lágrimas y he soportado opresiones largo tiempo, dijo la verdad

-        Este es mi tiempo y ustedes no pueden soportarlo, celosas –sentenció la mentira-

-        Yo me encuentro a mis anchas proclamó la banalidad

-        A mí todo se me presenta escaso, dijo el tiempo

-        ¿Me han visto a mí? Me están despedazando en episodios, mortificando mis entrañas y llenado mi cuerpo de porquerías bramó la naturaleza.

-        Por mí, sin mediar razones, ahora todos se afanan, lamentaba el placer.

-        Yo he quedado al final, soy un viejo fanático, desubicado maldijo el valor.

Dijo entonces la sabiduría en voz baja, suave, de manera pausada

-        El mundo ha entrado en una nueva etapa. Hay que tener paciencia. Tenemos que poder aferrarnos a nuestra convicción y linaje. Luego continuó diciendo a cada uno:

-        Hoy la alegría es risotada sin sentido. Aquello que en muchas las risas fueron carcajadas, son hoy exabruptos de una generación que prefiero lo exagerado.

-        No te quejes de tu suerte, reprendió al optimismo. Tú no eres sueño vano. Eres la convicción de aferrarte a lo positivo de lo porvenir, que haría sin ti la esperanza.

-        A la verdad le dijo: Tu brillo te será devuelto. Así siempre fue, has tenido mejores y brillosos momentos y otros oscuros pasos, donde se pretende esconderte. No lo lamentes. Está en tu sino.

-         No te ufanes pueril, sentenció  a la mentira, siempre has de durar poco. Estás condenada a la pretensión, sólo a eso.

-        Goza de tu paso luminoso en superficie. Pero ten la certeza que a tus anchas se le harán estrechas, cuando comiencen a cerrar los ojos y pensar un poco.

-         Y luego al tiempo: Para poder encontrar tu equilibrio, llámate a respirar. Encuentra tu ritmo. Te es tan propio, lo conoces tanto. No temas la velocidad a la que hoy quieren forzarte. Respeta tu propia marcha, desoye los consejos. Estas aquí y estarás para siempre.

-        Mi querida naturaleza, no temas. Es cierto cambiarás de forma, tendrás que recurrir a tiempo y renacerás, ya lo has hecho. En otros tiempos a tus entrañas llegaron los secretos más bellos del universo.

-        Tienes tú, placer un tiempo tan corto como la mentira. Al fin descubrirán que te agotas y desapareces en tu propia sed saciada. Les han hecho creer que lo eres todo y resultas tan efímero como el apetito que te engendra.

-        Mi viejo Valor no temas. Hay un grupo de gentes que aún te rinden homenaje y pleitesía. Es cierto, podrían ser pocos a tus ojos, pero la cantidad no es asunto. Sólo se necesitan los indispensables y viendo aún con mi cansada vista, ellos están allí.

Luego junto las manos, en una tímida plegaria silenciosa. Sin hacer ruido. Despacio, se acercó la esperanza. Pasó su brazo por entre uno de los brazos de la anciana que rezaba una oración inexplicable. La sensibilidad se vió atraída y tomó a la anciana del otro brazo. La intuición armó una trama y entonces y delicadamente se fueron acercando, siguiendo el mapa el optimismo, la alegría, el valor, el tiempo. No pudieron la mentira, lo banal, la risotada. Intentó, aunque sin éxito,  el placer.

Al pasar un tiempo las palabras se aliviaron. Todas reconocían sus renovados brillos. Todas encontraron sus viejos y familiares lugares. Luego de un tiempo, las lágrimas cesaron. De a poco fueron levantando las miradas. Encuentros luminosos de ojos vivos. Se miraban sin interrumpir el rezo que ahora era una plegaria multitudinaria, repetida, inspiradora. Las caras empezaban a tomar forma de duda. ¿Cuál  era aquella plegaria que se transformaba en la vuelta a la construcción de la felicidad? ¿Que inspiraba al esfuerzo para llegar con alegría? ¿Que estaban nombrando cuando decían aquella plegaria repetida?
Entonces todo tomó sentido y la luz se podía tocar en cada espacio. En un instante se vieron allí y repetían sin decir:

“Este es nuestro lugar. Donde nadie puede alterar nada. Estamos aquí y somos felices y no tenemos miedo. Estamos aquí dispuestas a esperar. Estamos donde Dios nos sembró. Estamos donde nacimos: en el corazón de un niño”.

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