![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiXnxLg-6BlIvCi-sAXJZ0fcDA6ONtNHaY4BprGUmHYJTo6g9Er27t4Lyk-XBvUQWUMzfFErJsup61SPLJSuk1kTBys4k7CESEZ9ZjeSSsS9Oo7muUBJJOt20vGS2u6tcIttMACeupYNpg/s200/paloma.png)
Como sea, la pascua es uno de
esos momentos en los que en el júbilo y la plegaria se nos ofrece la ocasión de
la reflexión.
Para nuestro país, se conjuga en
el marco de la próxima y cercana entronización de Francisco, en el medio de una
crisis muy ruidosa de la iglesia católica. El Papa elegido es argentino. Es
nuestro, es nativo, se hace próximo cercano, vecino, de la barriada, del subte
o el colectivo. Es Celeste y blanco y azul y rojo, porque le importa un club de
fútbol de primera, San Lorenzo de Almagro, a la postre fundado por un cura que
tuvo la visión de a través del fútbol ayudar a los chicos a salir de las
calles, allí a principios del 1900.
Veo a personas que habitan la
ciudad. Los actores de la política y los sucesos que se desataron en las vísperas
de la pascua. En los momentos previos. ¿Por qué nos haría mal que el Papa fuera
Argentino? ¿Qué proyecto de país estaría en juego tan dramáticamente porque la máxima
autoridad de la Iglesia católica sea argentino? ¿Cuál de todas las
posibilidades enerva tanto a los actores argentinos como para incluso temer su
nombramiento? Por fin ¿no podríamos contar con el cómo una persona de nuestra
patria, aunque ya no nos pertenece, pero seguro nos conoce, nos entiende y
descuento será probablemente más sensible?
¿Sería preferible que fuera
entronizado en orden a una iglesia en crisis, rodeada de escándalo y no por sus
méritos, sus reflexiones y su mirada inspiradora?
Me da cierto pudor. Voces representativas
de la vida política de nuestro país enardecidas y altisonantes, llamadas a
silencio, como si fueran llamadas a recato, por escuchar la andanada de
disparates que han dicho y sobre las cuales se lanzó un silencio internacional
y la sorpresa que los ha hecho reflexionar y por lo visto callar, frente a un
exacerbado encono. Como si no pudieran ver más allá de las personas, de sus
propias coyunturas pequeñas y mediocres. Una lástima.
Resulta luego pensar en ¿cómo
lograr una vida pacífica? Pero encuentro que no tengo palabras a la mano para
poder significar que quiero decir. Recurro al diccionario en busca de ayuda y
allí encuentro la respuesta. Repasaré alguna de ellas a manera de ofrecerlas. Una
vida pacífica, un poco de paz, me convocan las siguientes acepciones:![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjdBq1O_6R6b48u9DbsNUiAoPdsY2Wn-ZM4bWlnWtpvjjSkptRKRlgSgbELIQWifY2xOe6RGsDm6q6Bi6FuAKnKJVWt6wzBnoXLL_kAZStnH79ayd7kKlU5qeWqDXPvtzX0wH4CPAwox1Y/s200/paz+II.jpg)
Situación y relación mutua de
quienes no están en guerra. Como nosotros los argentinos, que parece no estamos
en guerra, pero no vivimos en una relación de armonías.
Sosiego y buena correspondencia
de unas personas con otras, especialmente en las familias, en contraposición a
las disensiones, riñas y pleitos. Aquello de soltar un poco el concepto de
que quien nos rodea representa una
amenaza de cualquier tipo. Virtud que pone en el ánimo tranquilidad y sosiego, opuestos a la turbación y las pasiones. Y entonces me miro un poco y e veo enredado en mis pensamientos de dominación, de envidia, de egocentrismo que descalifica al otro o lo ilegitima y entonces padezco una perturbación constante, por no poder madurar y aceptar lo que me toca, que es mucho más que lo que otros poseen o pueden y aun así, no logro sosiego.
Acaso entonces y sólo entonces me
doy cuenta que aquella palabra tiene una fuerza superior a mis pronunciaciones
mundanas. Nombrarla y tenerla presente, desearla, no es más que mera
enunciación de intenciones sin aportar nada.
Allí veo que la pereza y la
pobreza de mi análisis pasa por mi incapacidad de dar, de sacrificar, de soltar
las miserables pertenencias que me encadenan y me quitan libertad. Obtener paz
resulta imposible si no ponemos de nuestra parte. Rogar por la paz como si
fuera responsabilidad de otros, es asumir que vendrá de afuera.
Paz implica renunciar y renunciar
implica generosidad. ¿Quién pudiera dar a otros algo que para si no tiene? ¿Realmente
somos sensibles y solidarios? O somos esos, que se desprenden de lo que no les
pesa, de los que miran al otro vacío y sin alma.
Y luego y en ocasiones, pensamos en la pascua, en la navidad en tránsito corto, coyuntural, apocando lo humano y dejándonos llevar por un estar aquí, quejándonos de la falta de paz, porque nos impide estar aún más perezosos.
La idea del Ángel exterminador y
de la pasión, muerte y resurrección, sólo a esas ideas, le debemos un poco más que una súplica
que no nos implica responsablemente.
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