Mientras tanto aquí en el sur, poco tardo el aparato de comunicaciones en montar una trasmisión en vivo, de un accidente monstruoso, en la estación de Once. Estaba sucediendo en ese momento.asando que la gente se encontraba atrapada en un amasijo de escombros,
de hierros retorcidos. Estaban allí, a la vista de todos. No se podían mover,
estaban atorados entre los fierros, gritando y sus caras y sus voces se metían
por las pantallas y por las radios se escuchaba el alboroto de los rescatistas
y los bomberos y las personas gritando. Faltos de cualquier pudor y vaya a
saber detrás de que valor, incluso algunos de los cronistas, se acercaban,
intentando la impostura de la preocupación, de lo que nos concierne a todos,
hablar con una persona atrapada. Y le preguntaban y lo exhibían y lo
fotografiaban. Y luego algún policía corriendo al cronista, teniendo que
cuidarse, porque estaban grabando, pidiendo que tomaran distancia. Detrás de la
imagen de la persona colgada, abajo yacen cuerpos de una cantidad increíble de
muertos, que por suerte no estaban a la vista. Porque sino, los hubiéramos visto.
Personas de trabajo, muertas, apiladas, ofendidas o profanadas, incluso en la
intimidad de una muerte no buscada. Un horror.
Todo pasa ahora mismo. En este
instante y está ofrecido a nosotros para que lo miremos y si no nos interesa
cambiemos de canal. Esta es la propuesta. Si no te gusta, con pulsar el botón,
podés hacer zapping y listo. Podes ignorar la información, cambiar el dial o no
leer el diario.
Sin embargo, hay algo que no
podemos advertir. Por encender la tele, o la radio o la tapa del diario, no
alcanza para justificar que tengo que la opción de elegir. De hecho no es
cierto. Porque cuando me siento a la tarde a tomar un mate y aprieto el botón “power”
del televisor, no tengo ninguna opción.
Cuando miro la tele después de la
cena y me muestran a jóvenes borrachos, en trifulcas imposibles. Cuando bajo el
formato de “la noche de tal lugar o tal otro”, muestran y repiten violencia, robos,
crímenes. Y una voz relata, luego un círculo agranda las imágenes o un
cartelito indica lo que pasa o se subtitula un diálogo. Entonces resulta que
para eso, que me sorprende, porque yo abro la pantalla con el botón, entonces,
ya no sé de qué libertad me hablan. Y esto no lo pienso desde el lugar de
negación. Pero pienso que soy empujado,
diría sin preguntarme, a ver algo que, para cuando me doy cuenta, ya es tarde. Ya
lo vi. Ya tocó partes de mi intimidad. Hace vibrar mis miedos. Refuerza mis
inseguridades y da sustento a mis fantasmas.
Pero si es increíblemente cruel,
si muestra la miseria y el espanto. Si es lo suficientemente escandaloso,
entonces lo veré de distintos ángulos. Porque al cambiar, veré lo mismo, pero
desde otro ángulo. Cada ángulo mostrará el círculo de las cámaras alrededor del
sujeto o la situación. Para poder ver las noticias, por decirlo, o si quisiera
ver el pronóstico del tiempo, no podré saltar este modesto trago de realidad
que nos muestran, hasta diría por obligación.
Lo que luego resulta
espeluznante, es que se diga que la gente es morbosa… que la tele es el reflejo
de lo que pasa y que la sociedad tiene la tele que se merece. Que las cosas
ellos no las inventan, que como son periodistas tienen la obligación de
mostrarlo y seguidito hablan de la ética y de la obligación de informar.
Entonces, es ése el momento en
que yo digo “me hartaron” y busco una serie extranjera en la que unos tipos
bien ajenos, distantes, desconocidos, están dispuestos a tirarse una torta a la
cara, para llamarme a risa. Entonces me rio un poco, el rato se hace agradable
y me voy a dormir.
Digo por no llegar a mi descanso cada
noche con las caras demudadas de los afligidos por los crímenes, las muertes
incomprensibles o los efectos desbastadores de la droga en unos pibes a los que
se les hacen extensos reportajes, enfocando a las bolsas con pegamento, o
mostrando las casas de los consumidores de paco.
Debe ser que me siento más viejo,
pero prefiero poder decidir antes y no después.
Prefiero
abstenerme de pensamientos oscuros al cerrar los ojos. Para poder viajar al
mundo de los sueños no orientado a las pesadillas de las deudas del mundo. O no
siempre o no cada noche. O no a cada momento.
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