martes, 12 de febrero de 2013

Celebra la Vida

Hay una edad de la vida, que las cosas comienzan a perder el brillo, producto pienso, del paso del tiempo, que nos va esmerilando los puntos por donde Dios nos regala la oportunidad de tocar, aunque sea por unos instantes, la magia de la vida.
Así vamos con el paso de los años, perdiendo sensibilidad a la gracia que es ésta, nuestra vida, nuestro momento del universo. Ese lapso de modesto tiempo que pasamos y protagonizamos nuestro rol y el del universo. Somos, en el devenir del tiempo, el objeto que iluminan el sol y las estrellas y destinatarios de la luz que nos regala la luna. Algo así como el fin último de todo cuanto sucede.
Sin embargo producto de lo social y lo educacional, terminamos por tomar el día a día como un devenir implacable, como una reiteración de rutinas.
Cada minuto se ha ido del espacio de lo sensible y gana la escena el afán de tener unos seguros vitales, incorporados como indispensables,basados vaya uno a saber en que creencia, firmemente arraigada en nuestra cultura.
Mientras más nos acercamos a ser adultos maduros, menos percibimos los detalles. Somos más sordos. Las texturas ya no impresionan nuestra piel. Y las manos toman torpes lo áspero y lo terso.
Hay ocasiones en que el mundo nos dá una buena sacudida. Nos pone a vibrar en su máximo esplendor. Nos demuestra que la vida es mucho más que nuestro pequeño devenir y que tiene para ofrecer sin importar quienes seamos, que edad tengamos y cuanto poseamos, mejores cosas que las apocadas ilusiones de nuestra consciencia presente.
Mi hija tiene trece años recién cumplidos. Estaba en casa. Se desencadenó una lluvia, acaso una tormenta.
Entonces algo en ella fue tocado esa noche, en su cuarto, por esa lluvia y escribió esto que recibí en mi teléfono y que  a continuación publico. Lo hago por compartirlo. Por honrar lo bello, lo bueno.


Era una clásica tormenta de verano: calor, viento y agua cayendo desde el cielo muy rápidamente. La noche estaba muy calma, se podía oir perfectamente el agua caer y distinguir el sonido de cada gota chocando contra el piso. Cada tanto, se escuchaban los autos pasar sobre el asfalto mojado, un ruido inconfundible para aquellos que lo conocen. Juntos, estos sonidos formaban una hermosa armonía que adoraba escuchar.
De repente me sentí aturdida, ya no soporaba mas ese ruido tan calmo, necesitaba silencio, silencio absoluto. Pensé en dormir, en perderme en mi sueño libre de alboroto, en refugiarme en mis pensamientos. Así fue que sali del balcón camino a mi cuarto, a mi cama, a mi lugar de sueño. Sentía que el ruido me perseguía a todos lados, no sabia que hacer, pensé en hablar con mi hermana, pero me tildaría de demente, o mentirosa, ella no lo entendería, nadie lo haría. No recibiría ningún tipo de ayuda, así que decidí seguir con el plan original, descansar. Al llegar a mi cama, no dude en acostarme. No me importaba la ropa incomoda, ni las zapatillas ensuciando el cubre cama blanco, yo solo quería dormir.
Al ver que era imposible por tanto ruido, empecé a llorar, no hacia nada, tan solo lloraba. Me habia cansado de pensar, me había cansado del ruido. Vi la lluvia a través del ventanal de mi pieza y el ruido se hizo mas y mas molesto. Ya no sabia que hacer. Me tire al piso y recordé la voz de mi abuela cuando mi abuelo falleció, siempre decia que todo iba a estar bien, me tranquilice, y alli, en el piso, deje de llorar, solo quería que se detuviera.
Después de lo que parecía una eternidad, todo se calló. De repente no había mas ruido, no mas molestia. Solamente silencio. Desde ese entonces, nunca mas me sentí aturdida, nunca mas oi mas de lo que quería,
ni mucho menos. 


Agustina Selser

Como yo lo siento cuando lo leo y la veo tan pequeña y tan bella, cuando la leo y siento que lo hace mucho mejor que yo, cuando me moviliza la interioridad al punto de sentirla viva, compleja, profunda y transparente, entonces siento una vez más, la vida viva, la vida plena.
Aquello que entro como un mensaje de texto, parecía un mensaje de Dios:
"CELEBRA LA VIDA".

Gracias hija mía.
Te amamos
Tus padres.

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