Privilegiados…
¿Somos?
Me
cuesta tomar posición sobre lo que nos ha ofrecido el desarrollo. Me refiero a
los tiempos actuales.
Es
sorprendente ver los cambios que se han producido en el ancho mundo de nuestro
tiempo. Podríamos comenzar por establecer una diferencia entre la época pre
ochenta y post noventa. Nos apoyaremos en estos puntos por el impacto que
reconocemos sobre el fenómeno de las comunicaciones que aportan el desarrollo
de la telefonía móvil y la expansión de internet. Ambas muestran esbozos en los
años ochenta y se expanden a partir del noventa.
Me
cuesta encontrar algunas dimensiones sobre las que podamos reflexionar. Al respecto
pienso y es obvio que estos dos desarrollos nos han ensanchado el mundo. El mapa
ahora acorta su distancia con el
territorio porque el acceso a internet a generado una verdadera incisura en el
acceso a los conocimientos de las más atesoradas piedras filosofales, por
cuanto una de las formas de reservar secretos, de aprisionar conocimientos, fue
la distancia geográfica, la barrera cultural, los recónditos desarrollos, los
accesos privilegiados. Es obvio que internet representa la caída del muro que
se erigió durante siglos a los misterios del desarrollo de los conocimientos.
Antes reservados para pocos. Antes reservados para algunos lugares. Antes publicados
en papeles de circulación restringida.
El tiempo de los intercambios se ha acelerado. Nos encontramos ahora en
una verdadera montaña rusa global. La información circula de manera homogénea a
todo el planeta casi de forma instantánea. En los sistemas más desarrollados del
mundo el correo tenía su propia cadencia y conseguir a alguien en un teléfono
era cuestión de medios y disponibilidad de personas. Lo que limitaba en
definitiva ambas variables. Hoy estamos literalmente posibilitados con hablar
con quien quisiéramos a la hora que fuera en cualquier lugar del planeta. Me
pregunto que será del correo formal, aquel de la gráfica manual que comenzaba
con una salutación estándar, y un montón de decires trasmitiendo en el escrito,
mucho más que el mensaje. La correspondencia epistolar nos ponía frente a un
conjunto de nociones devenidas de la misma gráfica, la caligrafía, la prosa, la
semántica. Hoy todo eso parece imposible y el mundo circula a una velocidad tal, que hasta aparecen
mensajes al pie de los e-mails recomendando no imprimir, en un esfuerzo
ecológico, aquello que no fuera necesario. Nos hemos transformado en virtuales.
Hemos pasado a la era digital.
Así
la humanidad se encuentra hoy en el vértigo de lo exprés. Lo breve, lo veloz. Y
en ese ritmo desenfrenado todo se desarrolla a la par. Los trabajos ya no son
trabajos, las cartas ya no son cartas, los llamados ya no son llamados.
La
tecnología, el conocimiento aplicado, ha ido montada en este maremágnum de
velocidades multiplicadas por la disposición de información. Y aparecen
carreras tecnológicas enfermantes. No hay nada en el escaparate de las ofertas,
del modelo de consumo actual, que no sea viejo. Todo está en un punto medio donde es lo mejor disponible aunque
se está fabricando algo que dejará obsoleto cualquier avance logrado. Una locura.
No
puedo tomar posición. Me cuesta. No estoy seguro. Agradeceremos los logros en
comunicación? Enfermaremos de hiperconectividad? Estamos multiconectados y cada
vez más lejos. Más distantes. Más mediatizados. Tomando distancia de lo que, de
nosotros no dicho, iba en las cartas, en las elegantes grafías. En las lágrimas
y sollozos de los amantes. Escribimos en base Arial 12, A4, justificado,
autocorregido. Homogéneo estático impersonal. Se han desarrollado tecnología y por satélite
perseguimos las ballenas, en la desproporcionada cacería ahora hay en los
furtivos elementos más eficientes. No podemos parar el calentamiento global. Provocamos
la lluvia con cohetes y ahora los utilizamos para desencadenar sequía en los
países vecinos sin hostilizar nada. Simplemente lanzándolos sobre nuestros
territorios. Transformando en lluvia anticipada las esperanzadoras nubes.
No
estoy seguro. Desarrollamos medicamentos eficientes. Mejores, más caros.
Tenemos tecnología más precisa para poder diagnosticar antes y mejor a los
pacientes. Pero en África subsahariana es lamentable ver como el sida infecta a
más del 30% de la población, mientras unos señores debaten si se deben o no dar
de manera gratuita los medicamentos para tratar la enfermedad.
Cómo
estar seguros? La concentración genera una gran asimetría. El 80% de las riquezas
en el 20% de las personas. O el ochenta por ciento de los habitantes del
planeta excluido del sistema de la economía global. Marginados.
La
modernidad nos trae avances, nos promete mejores estándares de vida. Pero para
qué? Para quienes?.
Yo
le quiero dar gracias a la tecnología y la ciencia que le permite al mundo
algunas mejorías y me deben una respuesta sobre basurales, contaminación,
marginación, pobreza.
Yo
no quiero basureros por el mundo. Ni marginar lo malo. No que lo feo que se
haga en los países periféricos. A mi no me gusta y me lo debe la modernidad una
explicación sobre los efectos cancerígenos de las cosas que mejoran los
rendimientos de las verduras y las carnes.
No
estoy seguro… el gps me ayuda? A desvastar los mares? A cazar animales… No
llegamos. No podemos esperar a pintar de rojo las pieles para aprender a
defender la fauna. Y que los graciosos iconos de la moda dejen de usarlas.
No
estoy seguro… hay información instantánea y no hace tanto hubo dictadores y
unos señores mirando para otro lado haciéndose los distraídos.
El
entretenimiento es una factoría de productos parecidos, industrializados. Se nos
va la vida intentando comprender nuestra soledad, nuestra tristeza, nuestro
vacío. Nos ofrecen llenarlo con productos chatarra. Nos llevan de vacaciones a
los mismos lugares. Repiten semana a semana, contingente a contingente la misma
rutina.
No
estoy seguro. Me parece que no. Que no quiero un agua cristalina, contaminada
río arriba, por unos señores, que nos contaminan las napas y ni siquiera viven
aquí.
Unos
chicos cartonean en mi barrio. Me miran y los miro. Y nos conectamos en las
miradas. En las injusticias acalladas. Ellos descalzos. Yo sin frío. Me aterra
saber que no pudieron elegir. Que formamos parte del mundo que los pone
desvestidos, desposeídos. Soy un anestesiado más.
Luego
pienso… que le debo a la modernidad? No estoy seguro se me hace que poco.
Que
me debe la modernidad?
Un hombre nuevo.
Un hombre más humano, más justo.
Un
hombre digno. Digno de Humanidad.
Gracias Peregrino ! Muy bueno lo tuyo
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