jueves, 18 de octubre de 2012

La verdad y la mentira


Entonces allí. Caminando ingenua, descargada de lastre. Con un paso sereno,  pausado, va la verdad. No se embadurna. Ni tiene bisuterías baratas. Tampoco se envanece de joyas.  De perfumes… de aromas que no le son propios.
Se hace paso con tranquilidad. No reclama ni linaje ni privilegio. No levanta la voz. No quiere prioridad, ni camino alternativo. Sabe esperar. Como si no tuviera otro sentido que el suyo. Va yendo a una orientación y la mantiene. Es entre tantas diferente. Y es casi tan parecida a otras. Y otras que pretenden imitarla. Sojuzgarla, aplanarla. Y ella divertida se presta al juego, sin oponer la menor resistencia. Sabe que son puras intenciones. Es única. Es irremplazable. Insustituible. Y es en esa convicción a la que por nada renuncia, que se deja tranquila empujar, postergar, aprisionar en lugares oscurecidos a propósito. En espacios reducidos. Ella es discretamente altiva. Comprende mejor que nadie la intensión absurda de borrarla, de extinguirla. No lo lamenta. Ni siquiera pregunta. Una y otra vez es desafiada. Una y otra vez es llamada a juicio, a escrutinio una y otra vez es sometida al imperio de la impostura y la quieren despojar de sus humildes vestidos. Con imprecaciones y reproches es reclamada y nombrada vana, pueril, camuflada. La llenan de palaras. Puro palabrerío. La meten en oraciones, en grandes discursos. En frases vacías y la dejan olvidada y confusa; perdida en esa hojarasca, condenada a perderse. Despierta enconados sentimientos en las otras. Es resentida y su presencia tensa necesariamente sus rededores. Incomoda su silencio, su paz. Su profundidad es siniestra, pero sólo para las otras, para las que no pueden salir de lo plano, de lo confuso.
Admite el espacio. Comprende el tiempo y no la apura. No tiene estación. Florece con más o menos calor. Brilla en las más tremendas tormentas y no quiere sangre en su nombre. No guarda rencores, ni reclama venganza. Es digna de sí, de otros. Sus heridas, sus estigmas, sus malos momentos, los va llevando mientras sigue su camino y no maldice ni su suerte ni su paso. Su condición le basta. No pretende más de lo que le toca. Ni se queja de lo que le dan. Es adusta y rechaza lo “de más”. Concurre a las celebraciones con su traza y le conforma. No le gustan las demasiadas luces, los caminos alfombrados. Desconfía de los grandes discursos. Se retira discreta como llega y deja olvidados en los sitios todo cuanto le ponen encima. Las flores le gustan en la tierra, en sus plantas. Las llama muertas cuando han sido cortadas y celebra el amanecer y las estrellas con igual alegría. Siempre comprende a las otras. Para ellas no tiene reproches. La acusan de básica, de falta de abstracciones complejas. Le narran mundos complejos que comprende, pero no la conmueven y entonces los acepta, pero poco tiene para decir.
Junto con ella y en mayor número, circulan las mentiras. Son tantas. Están tan bien vestidas. Sus coloridas y atinadas prendas. Sus afeites delicados. Sus perfumes. Llevan pequeñas bolsas llenas de objetos. Es increíble cuantos. Sorprenden. Parecen tan pequeñas sus bolsas y sin embargo encierran tanto. Y hablan según necesiten, entonces se las escuchan pausadas y tranquilas y hay veces aceleradas y empujando una palabra a la otra. Apilándose en frases. Impresiona verlas tan exultantes. El silencio las conturba. Ellas poseen  brillo impropio. Son intencionadamente iluminadas. Les molesta el sol y la noche y temen a una oscuridad que no provoquen por sí mismas. Son pretenciosas. Arrogantes. Seducen todo el tiempo. Seducen con palabras, con gestos, con perfumes, con promesas.   Son ricas, lo poseen todo. Se abren paso con prepotencia, son descuidadas de las formas y reclaman todo el tiempo su espacio y una vez que lo logran lo cuidan con uñas y dientes.  No ahorran en nada. Se hacen notar y quieren concentrar la atención. Siempre tienen para decir. Siempre tienen algo que ofrecer y son capaces de los más complejos recorridos.
Nunca tienen tiempo. Les molesta la quietud. Le hace problema y mucho detenerse. Viven en un aquí y ahora que prolongan hacia atrás en el tiempo y lo pretenden en el futuro.  Les gusta la jardinería pero no tienen suerte. Siembran flores y cosechan malezas. Y una y otra vez. Y no hay tierra ni estación de la recojan perfumes y flores. Tratándose de árboles hay que ver como fracasan y robles y tilos se transforman en espesos y espinosos arbustos secos. Hediondos. No se atreven a estar solas. Siempre las acompaña una numerosa fanfarria y un enorme séquito de alcahuetes y aplaudidores. Se ufanan de conocerlo todo y tienen interesantes cuentos a lo largo de toda la historia. Se sienten siempre protagonistas y sus parientes han participado de las más importantes gestas. Es increíble. Poseen una energía inagotable. No se sabe si no pueden o no quieren  dormir, descansar. Siempre están como intranquilas. Tensas. Pero cuando se les pregunta, rehúyen la conversación, se apartan. No se entiende, incluso hasta derraman grandes lágrimas y lloran y ríen por igual, sin motivo.
Entonces estamos nosotros que caminamos entre ellas. Es tan trabajoso encontrar la verdad entre tantas mentiras. Es tan grande el compromiso que hay que estar dispuesto a soportar para poder ver la verdad. Para ayudarse de ella y ayudarla. Tiene tan poco para ofrecer. Es tan desinteresada en seducir, en acompañar y brillar. Ella prefiere sencillamente acompañar y conversar de manera pausada, hacia un amanecer y un crepúsculo. Detenerse en la magia de la savia, el sol y el agua, que cae mansamente sobre los campos. Y va como la  propia naturaleza orgullosa de no necesitar nada; absolutamente nada… para ser bella. 

2 comentarios:

  1. interesante reflexión. suya o de otro autor? encontré este blog googleando un programa del canal encuentro: "Mentira la verdad" http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/Programas/detallePrograma?rec_id=50585
    saludos

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    1. La reflexión es mía. Intento citar a los autores cuando los utilizo.
      Tomo como un elogio la palabra interesante.
      Gracias por el comentario

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